A raíz de mi preocupación sobre la subasta de nombres, se me presentaron alternativas que pudiera llevar a reflexiones interesantes.

Por ejemplo, si se piensa el problema de los nombres al revés, imaginemos que en vez de cambiar el nombre de un personaje, autor, narrador, se trasplanta el cuerpo en vez del nombre, no parece que hubiera algún modo de saber qué ha sucedido, si un trasplante de nombre o un trasplante de cuerpo.

Después me acordé hace años, cuando salió la noticia de un hombre al que le habían transplantado la mano de otro, mi hija dijo: qué feo debe ser mirarse la mano de otro, y yo que le dije: y ni qué decir de chuparte el dedo de otro.

Aquel hombre no soportó la mano extraña, y prefirió quedarse manco, al tiempo, pidió que se la quitaran, de manera que el comentario de mi hija no era tan desacertado.

Ahora que en mi caso hipotético, en vez de destransplantarse el cuerpo al nombre, ¿se lograría el mismo efecto que directamente cambiarse el nombre?, es una duda que tengo.

Por ahora, parece que por alguna razón, los cuerpos están más propensos al rechazo de transplantes que a las aceptaciones.

La vida y circunstancia de los órganos en proceso de transplante tienen circunstancias paralelas con la literatura, son como los textos literarios, pero al revés, desplazado, si bien los textos son afines a correcciones y transplantes, los rechazos vienen de los editores.

Respecto al transplante de órganos, apuesto a la ficción de la creación de células madres que te hagan crecer de nuevo el miembro, que el miembro u órgano sea nativo, de fábrica.

En cuanto se llegue a ese estado de cosas, me hago crecer la vesícula, las amígdalas, eso de ir siendo enterrada por partes en quién sabe donde no me parece cristiano.

Mi migo Julio Montes, dijo que eso de la vesícula y la amígdalas es pensar en pequeño, que si fuera el caso, podría hacer crecer todo de nuevo, pero con 50 años menos, yo no sé si soy tan ambiciosa, tengo fiaca de vivir todo de nuevo.

Pero él insiste que la fiaca viene con el estado de los órganos, con todo nuevo, la fiaca desaparece.

Yo crecí creyendo que mi misión en el mundo era contribuir con algo superior, que una venía por algo, que Dios no hacía cosas al azar, pero ahora, por más órganos nuevos que tenga, no veo cómo me va a cambiar ese concepto, ni cambié algo, ni entiendo qué hace que creas que siendo menos que un grano en el universo algo en el mundo dependa de una.

No logro ni hacer brotar a la amapola, no puedo imaginar empezar todo de nuevo.

Me parece que hay modos mejores de utilizar el asunto del crecimiento de órganos.

La literatura nos enseña que todo orden natural que se intercepta, genera un problema que tal vez es mayor, por ejemplo, si tenés un martillo, y un año le cambias el mango, otro año la masa y así, lo haces como 10 veces, 10 años, el dueño jurará que es el mismo martillo que le ha durado como 10 años, pero en términos de recursos se ha transformado material durante esas 10 veces para que el martillo sea el mismo, un árbol ha sangrado la madera, una mina ha cedido el hierro, alguien ha trabajado para conseguir el mango y la masa, no puede ser el mismo martillo.

Si se trata de personas, que van suplantando los órganos, solicitándolos a medidas, por ejemplo, las tetas, el culo, la cara, ¿qué recursos se estarían alterando para conseguir eso?

Y luego, qué recursos se necesitaría para seguir manteniendo todas las personas viejas con cuerpos nuevos, y todos los nuevos que van naciendo, algo no me cierra en esa situación.

La ecuación no cierra, ese escenario me indica que somos antieconómicos para el planeta, si todas las mujeres dispusieran de los recursos para alterar sus cuerpos, y armarlos como se les diera la gana, los recursos del planeta colapsarían.

Ahora mismo, mientras escribo esto pienso que cada idea al respecto requiere del árbol con que se imprimirá en papel, de tinta, del medio que imprime y toda la cadena de acontecimientos que condujeron al hecho de la escritura.

En mi juventud, recuerdo haber leído que en El Capital de Marx, decía que cada objeto tenía una historia que era la que hizo necesario que el objeto llegara a mis manos, así mismo, yo me meto en la historia del objeto cuando lo utilizo como producto para otro.

Pertenezco a la cadena de la historia del objeto, imagino las múltiples cadenas que implicaría la suplantación de órganos, de cuerpos, de personas, de nombres.

Pensar que hay gente que afirma que fueron abducidas por extraterrestres y que le suplantaron órganos o le introdujeron objetos extraños en el cuerpo.

Capaz en otros planetas ya llegaron a la suplantación abusiva de cuerpos y necesitan los nuestros.

Mejor me quedo con el mío como está, así no tengo problemas con que alguien me lo quiera cercenar para llevarse alguna piecita.

 

Adelaida Sharp.